lunes, 7 de agosto de 2023

José Luis Perales y yo

Desde mi infancia, experimenté una dificultad constante al intentar encajar en cualquier lugar y con las cosas propias de mi época. En ese contexto, heredé de mi hermano una afinidad por el cine de terror clásico. Juntos solíamos pasar noches enteras, sumergiéndonos en películas de horror de antaño salidas del videoclub en turno. También adquirí el amor por la música de mi padre. Recuerdo cómo me pedía que le descargara canciones norteñas y baladas clásicas para quemar discos que probablemente solo escucharía un par de veces antes de perderlos, repitiendo el proceso una y otra vez. Así fue como conocí a Emmanuel, Nino Bravo, Los Mier, Mocedades, Alberto Cortés, Piero, Nicola Di Bari… y Perales.

En mi adolescencia, deseaba distanciarme de lo que representaba mi pasado y explorar lo que consideraba una música más significativa. Fue entonces cuando me adentré en el rock clásico y en las raíces del género que definieron una búsqueda personal. Renuncié a las melodías familiares para construir una identidad con la que pudiera ser más funcional y útil en la vida. Opté por apreciar la música que exploraba el alma y los aspectos oscuros de la existencia, en lugar de simples canciones romanticonas.

Yo estaba muy triste en 2020 y 2021, en sintonía con muchos otros. En ese tiempo, el teatro se había convertido en mi refugio. Sin embargo, un día todo cambió. La pandemia puso fin abruptamente a gran parte de lo que había construido a través del arte. Intenté generar proyectos alternativos, tratando de presentar una verdad que merecía apreciarse por el mero esfuerzo. Sin embargo, ninguno de ellos funcionó como esperaba. Al principio, mis emociones estaban a flor de piel, pero al darme cuenta de que estas explosiones afectivas no eran bien recibidas, opté por distanciarme. Me volví insensible, adoptando una postura que nunca imaginé volver a asumir.

Al aproximarme a los treinta, decidí iniciar (nuevamente) en busca de mejores oportunidades. Los años anteriores me habían enseñado que el tiempo es SUMAMENTE valioso y todo puede cambiar en un instante. Me fui, sin saber cuánto tiempo estaría fuera o si lograría algo significativo. Incluso carecía de una comprensión clara de lo que deseaba alcanzar. Sin embargo, de un día para otro, me mudé solo a Guadalajara, con la intención de participar en talleres y volver a pisara un escenario físicamente.

Durante mis últimos días en Hermosillo, me cuestioné profundamente mi camino. Mis sobrinas, las pequeñas hijas de mi hermano mayor, habían nacido unos meses atrás. En medio de la incertidumbre, una escena capturó mi atención:  Observé a mi madre sosteniendo a mis sobrinas y bailando al son de una canción de José Luis Perales, "¿Y cómo es él?". Me divertí imaginando un futuro distante en el que mi hermano les dedicaría esa canción como un padre protector y celoso. En ese momento, las conexiones familiares se volvieron palpables, y por primera vez en mucho tiempo, me sumergí plenamente en lo que sucedería a continuación.

Me establecí en Guadalajara, viviendo solo en un apartamento en el centro. Cada rostro que encontraba en las calles era nuevo para mí. Me sentía orgullosamente inexperto, pero el miedo también estaba presente. El otoño traía consigo lluvias matinales constantes, y a menudo caminaba sin rumbo fijo, explorando lo que la ciudad tenía para ofrecer. Las mañanas eran acompañadas por listas de reproducción que me recordaban a casa y a tiempos más simples. Fue durante ese tiempo que descubrí "Entre el agua y el fuego", el álbum que considero el mejor de José Luis Perales. Cada melodía era bonita y brillante,  como cabe esperar, y una canción en particular, "Canción de otoño", capturó mi atención. En medio de la lluvia, los días grises y las calles vacías, sentí una profunda conexión con la nostalgia y la melancolía buenrollera que transmitía. Me di cuenta de que esa parte de mí era la que me hacía funcionar plenamente en esos momentos. "Canción de otoño" se convirtió en mi banda sonora en un momento en el que menos lo esperaba. Me abrí a las posibilidades de la vida de una manera que nunca antes habría imaginado.

El último álbum de Perales, "Mirándote a los ojos", lanzado en 2019, recopilaba nuevas versiones de sus éxitos como autor e intérprete. Sin embargo, había una canción inédita que sobresalía. Aunque está muy lejos de ser su composición más conocida, para mí, representa a la perfección el inmenso artista que es José Luis Perales. En "Algunas Veces", el intérprete no se sumergía en el amor, ni en Dios ni en las convenciones románticas. Nos mostraba a un Perales en sus 74 años, enfrentando una industria transformada y cuestionándose qué queda después de todo. La canción exploraba la soledad y la importancia de estar en "silencio", una elección deliberada de estar solo mientras creas tus propios relatos y continúas maquinando la historia de tu vida. "Algunas veces sientes soledad estando acompañado..."

"Algunas veces" y los éxitos de Perales marcaron mi experiencia en Guadalajara. Aunque nunca estuve seguro de qué esperar, logré alcanzar mucho dentro de mí mismo. Monté mi propia obra por primera vez y volví a pisar un escenario. Aunque ninguno de mis conocidos estuvo presente para verlo, fue uno de los momentos más gratificantes de mi vida. Las letras de Perales me ayudaron a resignificar lo que estaba viviendo en ese momento. Me guiaron hacia un mejor camino, me permitieron volver a vincularme con mi madre y, posiblemente, a comprenderme a mí mismo de una manera más profunda. Ya no me preguntaba quién soy, sino quién quiero ser.

La gira "Baladas para una despedida" marcó la despedida de Perales en España y Latinoamérica. Tuvo una actuación en Guadalajara, en el Auditorio Telmex, y estuve allí. Regresé a Guadalajara un año después solo para tener la oportunidad de ver a Perales por primera y única vez en concierto. Estaba consciente de la trascendencia de ese momento. Esta vez, experimenté el concierto en "silencio",  dedicandome a escuchar y sentir, no mucho más, esta vez no en soledad, sino compartiendo el momento colectivamente.

Descansa en paz, Tata Perales. Escribo estas palabras como una forma valida e inmediata de procesar este momento. Sin duda, habrá más personas que se irán, pero estaremos listos para despedirlos y recordarlos a través de su arte y su legado. Nos quedan los recuerdos, lo único que dejaremos después de todo.





jueves, 6 de diciembre de 2018

American Horror Story: De la peor a la mejor temporada


Por Carlos Montenegro

Este ranking es puramente subjetivo pero tiene la bondad de contener bases claras del porque unas temporadas son mejores que otras. En general esta serie de antología ha pasado de ser un estimulante y estético canto al horror en todas sus formas a ser un puto desastre narrativo que si bien sigue teniendo cualidades redentoras fracasa estrepitosamente a la hora de llevar a buen puerto cada temporada. Este tipo de decadencia suele ser marca de la casa Ryan Murphy (Glee, Nip/Tuck, American Crime Story), rey midas de la televisión actual cuyos productos de ficción suelen menguar tras un par de grandes temporadas. Vamos en este ranking de la peor a la mejor. Damos por sentado que quien lee tiene un contexto mínimo acerca del concepto de esta serie con ya ocho años a cuestas

8. Temporada 4: Freak show

La temporada que marca de algún modo el final de una era en AHS. Jessica Lange abandona la serie tras cuatro años, pegándole a la antología un golpe del que jamás logro recuperarse realmente. Lange se va, no en el punto álgido de la serie, sino en la primera temporada que honestamente deja a relucir todo lo malo del concepto detrás de la serie de Ryan Murphy. Esta historia de un circo ambulante ubicada en los 50’s otorgó al canal FX algunas de las mejores audiencias en la historia de la serie además de tener mucha más notoriedad que otros ciclos al ofrecer atrevidos estímulos visuales y shockeantes que al final resultaron ser su perdición haciéndola caer en un mar de simplones excesos. “Freak Show” es el único de los ocho años en el que al final uno se puede preguntar con seguridad “¿Qué mierda está pasando?”, y no es por la excentricidad en sus tramas sino porque se nota vilmente la pobre labor de los guionistas otorgándole más peso a escenas wtf y momentos shockeantes que a construir una narrativa coherente. En Freak Show no sabemos que mierda sucede porque nada tiene importancia, los personajes solo están ahí como peones para terminar sufriendo una muerte violenta donde la resolución es lo que menos importa. Las tramas, si es que podemos llamarlas así, son solo viñetas y meros pretextos forzados que así como llegan también desaparecen sin conducir a ningún lado. Esta fue la temporada que de algún modo desenmascaró a AHS con el gran truño que es: Un concepto brutal que sabe venderse excelentemente pero con un tufillo a tontería inmediata para quien sabe ver solo un poco más allá de la mercadotecnia y la explotación de lo retorcido.
Glee estaba en pleno apogeo en aquellos años así que a Ryan Murphy se le ocurrió meter ridículos musicales ayudando a convertir todavía más a Freak Show en un programa de variedades. El episodio “Orphans” de esta temporada regresa al escenario de la temporada 2 y representa la primera conexión explicita entre temporadas, es también el único gran episodio de ese año.

7. Temporada 6: Roanoke

Para esta temporada en AHS aplicaron la de renovarse o morir, cambiando el concepto de la serie a un enigmático formato que va mutando cada cierta cantidad de episodios. La serie se convierte en una especie de mockumentary o falso reality show que narra las desventuras de una pareja que se muda a una casona en un bosque embrujado. Lo que podría parecer en un principio como un concepto poderoso no tarda en convertirse en un infame festín de explotación realmente tonto, más parecido a un slasher convencional de la peor clase que a una temporada de AHS. De algún modo este cumulo de fantasmas vengativos y bajezas televisivas resulta divertido. Entretenimiento hueco. No mucho más que esperar.
El final de esta temporada deja ver nuevamente a uno de los personajes más emblemáticos de la temporada 2. Triste el hecho de que el episodio no esté a la altura.

6. Temporada 7: Cult

Parece que con el paso de los años Ryan Murpy y compañía se decantaron por convertir AHS en una comedia negra que parodia distintos ámbitos de la sociedad. Poco que ver con el concepto inicial de las primeras temporadas que jugaba sus cartas de comedia más inteligentemente mezclando su vena cómica y bizarra con tramas mucho más maduras y mejor hiladas. Cult es un escarnio de la sociedad en la era Trump. Del miedo. De los extremismos. De la adoración enfermiza. Esta temporada nos sitúa en un barrio residencial presentándonos a una joven pareja y su pequeño hijo, quienes se verán acechados por un culto obsesionado con el recién electo presidente Donald Trump.  Cult es un verdadero desastre en términos narrativos pero tiene un mérito importante: Es una historia que se sostiene por sí misma. No recurre a otras temporadas para ayudarse. Si bien es una historia bizarra y llena de excesos, en ningún momento recurre a lo sobrenatural, a diferencia de los otros siete ciclos. También es interesante ver la recreación de algunos de los más famosos asesinos en masa de la historia. Fuera de ahí Cult es bastante predecible y pretenciosa en sus intenciones, la ficción no tarda en volverse aburrida e impetuosa, tan pesada que cuesta durar hasta el episodio final, el cual es francamente malo y no ofrece recompensa alguna por la paciencia.

5. Temporada 8: Apocalypse

La temporada que se vendió como un crossover entre las temporadas 1 y 3. Me pasa algo con la más reciente temporada de AHS: Ha logrado sorprenderme y que recupere la fe en el concepto en varios momentos. Ofrece un planteamiento más interesante, la historia muta a algo mejor después de un par de dubitativos episodios, trae de vuelta escenario y personajes emblemáticos de otras temporadas y, más importante aún,  trae de vuelta a Jessica Lange después de casi cuatro años de ausencia. Francamente el 60% de Apocalypse me parece bastante meritorio, por ello es triste ver como los cuatro episodios finales vuelven a dejar bien claro lo que es realmente American Horror Story: Un concepto llamativo pero muy hueco. El tramo final de esta temporada me parece la mierda más nefasta que le ha pasado a los ocho años de esta serie, y miren que en los últimos años hay amplio material para elegir. Esta historia del anticristo y el fin del mundo ha resultado ser una verdadera tomadura de pelo inexcusable cuyo último tramo echa sin tapujos a la basura todo lo bueno que había construido hasta el momento. El Episodio 6 es un sentido y estupendo homenaje a los orígenes de la serie que trae de vuelta los protagonistas de la temporada 1 y que les da una especie de final con la dignidad que les fue negada en su momento. Jessica Lange le otorga mucha clase a Apocaypse en sus pocas apariciones y eleva el material a otro nivel. Una lástima que se haya alejado, pero bueno, después de ver resultados como estos se entiende. Triste el hecho de que los guionistas se avienten finalmente la peor atrocidad narrativa que he visto en mucho tiempo en un producto de ficción.  Apocalypse favorece el complacer patéticamente al fandom de la serie en lugar de crear una historia mínimamente coherente. ¿Y ese villano que parecía atemorizante en un principio? Mejor no hablamos de ello.

4. Temporada 3: Coven

Esta temporada podría ser la única historia que existiera de ser por millones de fanáticos. La historia de una escuela de brujas en Nueva Orleans trajo nuevos aires a la serie después de un par de temporadas mucho más serias. Este ejercicio kitsch y de efectismo puro y duro contiene todo aquello que al final echaría por la borda a AHS, pero al mismo tiempo es la que mejor sabe aprovecharlo. Los personajes están muy bien construidos y está plagada de momentos geniales, lo cuales son realmente escasos últimamente. La adición de actrices como Emma Roberts, Kathy Bates y Angela Basset también marcó pauta en todo lo que identificaría a AHS por los próximos años.




3. Temporada 5: Hotel

Yo defiendo a Hotel como probablemente muy pocas personas lo harían. Esta fue la temporada inmediata a la salida de Jessica Lange de la serie. Nadie daba un duro por AHS para este momento. La inclusión de Lady Gaga como protagonista parecía hacer enojar a muchas personas pero finalmente la cosa acabó mejor de lo esperado. El personaje de Lady Gaga no fue la protagonista aunque el concepto ese año se vendió como tal. Entre el hecho de que Ryan Murphy estaba produciendo al mismo tiempo la primera temporada de American Crime Story y otros compromisos del elenco, tanto la influencia de Murphy en la serie como los personajes de actores como Sarah Paulson y Evan Peters se vieron reducidos drásticamente comparados con otras temporadas.  Eso le permitió a esta temporada respirar mejor con un elenco más coral y una gama de personajes más diversa que, a juicio de quien escribe, la convierte a en lo más infravalorado que ha salido de este universo de horror. La historia de un hotel embrujado y un asesino en serie relacionado con el lugar nos hace participes en un cumulo de hilarantes excesos y licencias estéticas que logran colocar triunfantemente a American Horror Story como un producto pop, justo lo que otros ciclos han querido hacer demeritando la historia en el proceso. Esta quinta temporada se burla genuinamente de sí misma y al mismo tiempo lograr recuperar un poco de esa mesura de los primeros años. Es también la primera temporada en la que los actores interpretan a más de un personaje en el mismo ciclo, acto que se repite hasta la fecha cada año. Incluso el final es uno de los más satisfactorios que ha dejado la serie ¿Por qué no quiere el mundo a Hotel?

2. Temporada 1: Murder House.

Cuando conocíamos a todo esto simplemente como American Horror Story. En 2011 AHS no era una antología. La serie se presentaba como la historia de una familia con  muchos problemas que llega a una casa embrujada en Los Angeles, en la cual se han cometido una serie de abominables crímenes a través de los años. No sabíamos que la serie terminaría en el episodio 12 y el próximo año pasaría a contarnos una nueva historia con parte del elenco encarnando nuevos papeles. Esta temporada dio forma a la serie.  En su primer año AHS representaba uno de los productos más estimulantes de esta nueva era dorada de la televisión. Esta mezcla osada y onírica planteaba una sociedad horrible y disipada emocionalmente, la cual no cambiaba demasiado al morir. Llena de humor negro y escenas intensas que rebozaban creatividad, esta primera iteración de AHS estaba más cerca del trabajo de David Lynch que de ser la hermana negada de Pretty Little Liars en la que se ha convertido en estos últimos años. Siempre recordaremos ese primer año con especial cariño.

1. Temporada 2: Asylum

Después de todo lo dicho previamente puedo agregar simplemente algo más: Si no hubiera existido nada de lo anterior y solo tuviéramos estos 13 episodios que conforman la segunda temporada entonces estaríamos hablando de la mejor miniserie del género de horror que ha dado la televisión americana. Asylum otorga a AHS el derecho a existir por sí misma y es una pena que después no hayan podido al menos acercarse a la calidad mostrada en este segundo año. La historia de un manicomio en los 60’s nos presenta un mundo lleno de secretos y diversas representaciones del horror que cruzan el pasado con el presente. Esta temporada utiliza herramientas de ficción para representar los verdaderos horrores del ser humano, personificando perfectamente lo que AHS debería haber sido. Sin duda alguna es la historia más madura de los ocho años. No se queda con un solo tipo de horror ni se esfuerza en explicarlos de manera torpe, como lo han intentado hacer fallidamente muchas de las temporadas más recientes. Asylum en cambio muestra orgánicamente como los personajes van evolucionando debido a los diversos horrores que componen su existencia en este manicomio; los personajes son la base de la obra, no el efectismo. La temporada introduce a Sarah Paulson como actriz regular, quien ha sido marca de la casa desde entonces. Asylum está filmada elegantemente. Está llena de momentos memorables que colocan la serie en su punto más álgido a nivel creativo. Una historia de horror para adultos y una verdadera joya televisiva.







domingo, 4 de noviembre de 2018

Un extraño enemigo - La mejor serie producida en México y la vergüenza de Televisa


Por Carlos Montenegro

Esta es. Si eres un espectador justamente fustigador con las horrendas y mediocres producciones que se hacen en el país entonces esta es la serie de televisión que tienes que ver. Si vas a ver una sola serie mexicana en tu vida entonces deja que sea esta.  Esta es la serie mexicana, la producción que puedo decir libre de prejuicios que no le pide nada a ninguna serie premium extranjera. Un Extraño Enemigo es una producción de primer mundo, realmente la primera que logra genuinamente este nivel en México.

Esta serie de ocho episodios nos sitúa en los confusos tiempos del movimiento estudiantil de 1968, alcanzando  justamente la matanza de Tlatelolco del 2 de octubre.  Esta mezcla de ficción con narrativa verídica sigue al Comandante Barrientos (interpretado soberbiamente por Daniel Giménez Cacho), personaje basado libremente en Fernando Gutiérrez Barrios, un hombre brillante con un lado sumamente oscuro que busca expandir su poder durante un año electoral crítico en México ¿Y cómo lo hace? Manipulando el movimiento estudiantil para posicionar a Luis Echeverría como próximo presidente de la república.

La serie gira alrededor del personaje de Giménez Cacho, presentándonos un elenco coral que incluye a la propia familia de Barrientos, los miembros del movimiento estudiantil y el sistema político de un país gobernado por Gustavo Díaz Ordaz.  El director y guionista Gabriel Ripstein (600 millas) entrega una ficción con actores muy bien dirigidos y caracterizados,  interpretando personajes que realmente no siguen un arco claro sino que sirven para mostrar los entresijos del poder en ese momento sociopolítico. Vemos desfilar a un montón de buenos actores que se pueden reconocer de otras interesantes series, aquí lo hacen con papeles muy pequeños, casi como si esto fuera el resultado final de muchos años de ejercicio para hacer una mejor televisión.

La ambientación sesentera es muy fresca. La manufactura de la serie es impecable. Esa dualidad entre la historia política y la narrativa de personajes está bien llevada. Recuerda al cine más político de Felipe Cazals o Arturo Ripstein (padre del director y también actor en la propia serie). El guion tiene sus problemas, sobre todo visibles en los últimos episodios. No podemos saber qué es lo que realmente ocurrió aquel año, por lo cual al final  buena parte de la historia termina siendo algo simplista y gratuita, sobre todo si hablamos del personaje de Barrientos y su papel “clave” detrás de todos estos actos deleznables. Al final esto termina siendo una especie de ficción trivializada de México del ’68, justo como Narcos lo hizo con la Colombia de los ochentas avasallada por el terror de Pablo Escobar. Creo es justo así como Un Extraño Enemigo debe percibirse.

Un Extraño Enemigo es una serie de Amazon Prime, pero en realidad quien la produce es nada más y nada menos que Televisa. Una decisión a lo sumo cuestionable para una empresa que ha sido señalada como un imperio de medios al servicio del poder por muchos años, callándose buena parte de lo sucedido en ese evento. Realmente en la entrada de cada capítulo vemos desfilar varios nombres aterradores que fungen como productores y que no muchos podrán olvidar al juzgar el producto, y probablemente llevan algo de razón. La serie si muestra como la prensa estaba patéticamente a los servicios del poder, pero convenientemente no habla demasiado acerca de la televisión. Si Televisa tal vez creyó tener una deuda con la historia seguramente debió haber hecho algo  más que un producto de ficción para conmemorar los 50 años de la matanza. Si estos ya son otros tiempos más abiertos ¿Por qué no ser más honesta y mostrar sin reparos en algún documental lo que se ocultó en aquel año?

Es también curioso como la televisora que ahora ha hecho la serie mejor producida del país lleva también la penitencia de tener incontables porquerías en su haber, las cuales se llevan produciendo sin ningún reparo hasta el día de hoy. En cuestión de series, Televisa tiene actualmente en su haber un montón de formatos infames que se estrenan sin pena ni gloria, casi como si quisieran quitárselos de encima. ¿Por qué no estrenar Un Extraño Enemigo en algún medio de Televisa? Creo que la razón es muy simple: Televisa se avergüenza de sí misma, sabe del odio que ha generado por décadas enteras y la poca credibilidad que tendría para estrenar un producto de estas características dentro de su propia casa. Por eso mejor opta por usar otras plataformas en las cuales su  producto pueda tener alguna posibilidad de sobrevivir, y eso es lo que seguirá haciendo, produciendo ficción  tanto para Amazon como para Netflix, porque además ya nadie se acuerda de una cosa llamada Blim, a ese chiste ya se le acabó la gracia ¿Qué nos dice este discurso de la propia televisa?

Es importante echarle un ojo a Un Extraño Enemigo, independientemente de donde venga. Uno podría pensar que no son los ejecutivos los responsables de una ficción sino los creativos que de verdad se involucran en su ejecución. En este caso no sabemos para donde mirar. Lo que sí sabemos es que el resultado en cuestión de producción es espectacular. Juzguen ustedes mismos.


José Luis Perales y yo

Desde mi infancia, experimenté una dificultad constante al intentar encajar en cualquier lugar y con las cosas propias de mi época. En ese c...